Capítulo 4
Asiento con cara de victima y hago una seña a Soris para que me siga, ya no hay escapatoria, la hora de la verdad ha llegado. Subo a la plataforma intentado que no se note mucho lo que pienso, sonrío a Nelaros al fin y al cabo él no tiene la culpa de verse mezclado en estos líos, quizás se merezca una elfa normal, pero la suerte le ha brindado a una bribona que no piensa quedarse quieta. A la sacerdotisa de la capilla la miro con total aversión, lo que tenga que decir no es para mí, ni me incumbe lo que piense, ni será relevante en mi futuro, ya que no considero que esta ceremonia tenga nada que ver conmigo.
Comienzan los discursos, Vhaleriam y la sacerdotisa, si bien a Vhaleriam nuestro anciano le respeto, a la sacerdotisa no le presto ninguna atención, pero si consigo ver que por detrás de ella aparece el capullo del hijo del Arl, seguido por todos sus amigotes y un contingente de guardias de la ciudad, al final parece ser que esto se va a calentar.
-- Tenemos una fiesta y hemos venido a buscar zorritas para alegrarnos la fiesta. Donde esta la putita que me ha golpeado, y coger a las novias, aunque una es fea la otra vele por dos.
Curiosamente Nelaros se interpone por delante de mí, le susurro que no lo haga, pero muestra mucho más valor del que me habría esperado, ese pequeño detalle hace que para mí gane un respeto del que carecía, aun así le digo:
-- Nelaros déjales, iré con ellos, no intentes nada, en poco tiempo estaré de vuelta y no habrá pasado nada. Cuanto salgamos de la elferia desapareceré, me fundiré con las sombras y no me verán, intentare convencerlos para que me lleven a mi sola. Por favor no intentes nada, no soy una elfa desvalida, puedo perfectamente con todos ellos, aun sino tengo armas.
A pesar de mis palabras Nelaros intenta interponerse entre el hijo del arl y yo, pero el capullo le ignora y se va directo a por mí, con mi mejor sonrisa intento convencerlo de que se fije en mí y en nadie mas.
-- Tranquilo, voy con vosotros voluntariamente, no necesitáis a nadie más.
-- Seria una fiesta muy aburrida.
-- No para nada, tengo marcha para todos vosotros.
-- Coger a las que he dicho y vamonos
-- Morirás por esto capullo – me mira sorprendido y su amigo se adelante y me golpea en la cabeza dejándome inconsciente.
Despierto en la mansión del Arl, estoy rodeada por las amigas de Shiani, yo no tengo muchas amigas, gustos divergentes con respecto a las féminas de la elferia.
-- ¿Estas bien? – me pregunta Shiani, con cara de preocupación – ¿Ahora que vamos hacer?
-- Ese humano esta muerto, aunque no lo sepa. Ataquemos al primer humano que pase esa puerta. – hablo sin pensar realmente con quien lo estoy haciendo, estas elfas no atacarían ni a una gallina que se les cruzara.
-- Pero como vamos hacer eso, solo somos unas pobres chicas sin armas – dice la amiga de Shiani, genial la postura que mas temo.
-- Me da igual lo que hagáis siempre que nos os crucéis en mi camino, no voy a dejar que esos bastardos me toquen un pelo, antes muerta, quedaros detrás y hacer que Nola se calle – me giro hacia Nola y le digo – deja de hacer el tonto, el dios ese de los humanos no va a venir a ayudar a un puñado de elfas. Basta ya. Si queremos ayuda tendremos que buscárnosla nosotras.
En ese momento se abre la puerta y entran unos cuantos guardias, intento retirar a Nola de su alcance pero esta en su pavor va hacia ellos gritándoles, lo primero que hacen es matar a Nola. Al ver morir a Nola las demás pierden el poco valor que pudieran haber tenido y se adelantan para seguirlos a donde quieran, incluida Shiani. Algo que a mi me sorprende, ya que Shiani es de las pocas elfas, que yo hubiera esperado mas resistencia, creo que ver la sangre brotar del cuerpo de Nola, ha evaporado toda la rebeldía en ella, que sigue a las demás como hipnotizada.
Cuando van hacia mi aparece Soris y me pasa una espada por debajo de las piernas de los humanos, con la espada en la mano les sonríes. Mí sonrisa es tan siniestra que se intimidan.
-- Venir veamos que parte del cuerpo perdéis primero.
Eran dos guardias bastante novatos, fue fácil vencerlos. Soris me dice que Nelaros esta esperando al final del pasillo, por lo que me encamino hacia allí.
Cuando entre en la habitación vi que Nelaros esta rodeado por 3 guardias humanos, le atacan insultándolo sin darme tiempo a llegar hasta él lo asesinan a sangre fría.
A partir de ahí solo recuerdo como se desato mi instinto asesino, cuando vi que Nelaros moría, su hermoso semblante bañado en sangre y la expresión de pena en él. Hizo que todo mi ser se revolviera, todo lo que mi madre me había enseñado y todo lo que había ido aprendiendo con los años pasados, todo se transformo en una vorágine de muerte, solo recuerdo haber ido habitación por habitación matando a todos los humanos que encontraba en el camino, solo perdone a los sirvientes y por que no me atacaron, la furia que me cegaba solo se disipo cuando le arranque la cabeza al hijo del Arl y vi en que estado estaba Shiani, me arrodille y la abrace intentando tranquilizarla.
No recuerdo ni como volví a la elferia, solo sentía que la sangre me ardía y que quería ver muerto a todos los humanos con los que me cruzaba, si bien no había querido casarme, tampoco deseabas que Nelaros muriera así y había muerto por mí culpa.
Vhaleriam estaba esperándonos junto con Duncan. Hablaban pero no los oía, solo escuchaba el sonido de mi sangre al hervir y el latido de mí corazón, cuando llegue hasta ellos solo dije.
-- El hijo del Arl esta muerto.
-- Ahora vendrá la guardia a por vosotros.
-- Bien no es problema, podemos huir a los bosques. Solo tengo que alcanzar mi cofre en la muralla y eso son unos pocos minutos.
Un elfo que estaba de guardia llego corriendo, para avisarnos que la guardia de la ciudad estaba entrando en la elferia. Soris pierde el color de su cara y Vhaleriam se adelanto para hablar intentando ganar tiempo.
-- ¿Quién lo hizo? quiero nombres y los quiero ya.
En ese momento todo pasó como a cámara lenta, le mire a los ojos al guardia y le dije.
-- Fui yo
Cuando la guardia intento detenerme, Duncan se lo impidió y me recluto para los guardias grises. Las despedidas y el recoger mis pocas pertenencias, bueno realmente lo que tenia en la muralla, junto con el puñado de oro, fue todo lo que me lleve, pocas caras se atrevieron a mirarme, todos los elfos con los que había vivido durante años se escondían para que no les vieran conmigo, todos tenían miedo de lo que les podría pasar.
No podía culparlos por eso, aunque si sintiera una enorme desilusión, en aquel lugar podrían hacer lo que quisieran los humanos, nadie se atrevería a defenderse o a defender a su familia, y el que tuviera el valor de luchar se vería, luchando en solitario frente a una horda humana, desde luego pocas cosas iba a echar de menos de la elferia. Con mi mochila al hombro abandone para siempre aquel lugar, sin una sola cara de todos aquellos a los que en su día ayude que se atreviera a salir a decirme adiós.
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