Tus pasos te alejan cada vez más de la ciudad de Denerin. Se terminaron las celebraciones, poco a poco todo va volviendo a la normalidad, la ciudad se reconstruye, para ir borrando de las mentes de sus habitantes el horror sufrido. Dentro de unos años, solo será un mal recuerdo, algo que los ancianos contaran a sus nietos, junto a los fuegos de los hogares.
Y aquí estas tu, sentada frente al fuego, en la que otrora fuera un gran campamento, ahora solo reducido a un fuego pequeño, donde Zevran y tu habéis acampado, en vuestro camino, hacia la guarida de los guardias grises. De todos aquellos que te siguieron en su día solo queda Zevran, es el único que ha demostrado ser un autentico amigo. Todos los demás han retomado sus vidas. Es normal nada les unía realmente a ti, ahora mas que nunca puedes reconocerte a ti misma que ni tan siquiera Alistair tenia nada en común contigo, como no fuera el hecho de que era un guardia gris y que se sentía totalmente impotente ante los acontecimientos que ocurrían a su alrededor. Y que estupida que fuiste al no darte cuenta.
Ahora que las voces del populacho han enmudecido y que solo oyes el sonido del viento al mecer los árboles, es el momento de pensar en tu pasado reciente, algo que no has hecho mucho desde aquella fría mañana en que llegaste a Ostagar.
En aquel momento era todo un torbellino de acontecimientos, por una u otra razón terminaste en Ostagar, convertida en guardia gris. Después fue la hecatombe, todo muerte y desolación, solo tu y Alistair frente a un ejercito de engendros tenebrosos, y creíste estupidamente que estabas enamorada de él, y que demonios sabias tu del amor, apenas lo habías catado, si es que lo habías sentido alguna vez.
Te dejaste llevar por sus palabras románticas, creíste en sus palabras y perdonaste o justificaste sus mentiras. No supiste ver que solo era un niño o quizá eso fue lo que te hizo creer que necesitaba tu protección. Aceptaste sus avances románticos y te comprometiste con el, sin comprender que en el camino que aun tenias por recorrer, había alguien mucho mejor para ti.
Y ahora que, ahora ya no puedes cerrar los ojos y seguir engañándote, es el momento de la verdad.
Estas haciendo guardia en tu pequeño campamento, mientras a tu lado Zevran descansa. Él se ofreció hacer la guardia entera, pero te negaste. Ahora estas tu sola con tus pensamientos, ahora puedes quitarte la mascara y reconocer la verdad. Esa verdad que nadie ha sabido que existía, incluso tu intentaste huir de ella.
Echas mas leña al fuego, mientras observas el semblante en reposo de Zevran y recuerdas, cuando lo conociste.
La emboscada y después su derrota, sonríes a pesar del tiempo transcurrido. Cuando despertó y miraste por primera vez en sus ojos, comprendiste tu gran error, su alma le hablaba a tu alma. Fuiste la única que no se dio cuenta, por que hasta el tonto de Alistair lo vio, hasta él sintió que su relación contigo peligraba. Solo tu te mantuviste negando lo que era evidente, su voz, sus ojos, su alma, su cuerpo, todo llamaba a tu ser, te atraía como un imán.
Pero tu lo negarías una y otra vez. Escondiste tus sentimientos detrás de la amistad, incluso cuando Alistair te dijo que eligieras entre él o Zevran, tuviste miedo de herir a un niño, por que hasta ese momento Alistair había sido solo un niño. ¡Juas! un niño, no fue un niño el que te mando de paseo por el bien de la corona real, en ese momento si que le importo que no fueras una mujer humana noble.
Si ahora que no hay razón para mentirse, puedes reconocer que el momento en que Alistair te dejo, fue una liberación, ahora eras libre, libre de no tener que ocultar lo que sentías y curiosamente, solo Zevran se había quedado contigo. Sonreíste a la imagen dormida de Zevran, habría tiempo de enmendar los errores, quizá si o quizá no, hay errores que jamás se pueden reparar.
Mientras le observas dormir, se mueve inquieto, parece volver a tener pesadillas, esas pesadillas que ni en tu peores momentos frente a la ruina tuviste nunca. Te acercas a Zevran despacio para no despertarle y posas tu mano sobre su mejilla, esperas que tu presencia lo tranquilice, que haga alejar los malos sueños, te gustaría despertarlo con un beso y contarle la verdad. Pero en el fondo no te atreves, no sabes como puede reaccionar, tienes miedo de su respuesta, preferirías mil veces volver a enfrentarte al Archidemonio, que a un rechazo de Zevran.
Además hay algo más, la infección es como una sentencia de muerte, tu vida tiene una fecha fija de termino. Como fue lo que dijo, Alistair… tómalo o déjalo, tienes solo 30 años de vida. Después vendrán los sueños y todo habrá acabado para ti. No, no puedes pensar en sentenciar a Zevran a algo así, de hecho el no lo debe saber nunca. Pero si puedes conseguir que alcance la libertad total de los curvos.
Tienes que enfrentarte a los Cuervos y destruirlos, esperando que al final tu también seas destruida y de esa manera jamás se entere de tu verdadero destino.
Le miras ahora que te has sentado a su lado, duerme placidamente, no puedes resistir la tentación y le das un suave beso en la mejilla, después lo arropas en la manta y esperas a que pase la guardia.
Mañana será otro día, en que habrá que pensar muy detenidamente como destruir a los cuervos y para eso necesitaras hablar con Zevran como nunca lo has hecho, esperemos que no intuya los verdaderos sentimientos que escondes.
Desde luego tu viaje, no seria al fuerte de los guardias grises, quizá esa vida también había terminado para ti y por primera vez en muchísimo tiempo te sientes feliz.
El frió se intensifica, el alba esta llegando, debes despertarlo, si vas a tomar ese camino debes hablar con Zev. Posas tu mano en su hombro y lo mueves.
-- Zev despierta, es la hora.
Agarra tu mano y la mete bajo su manta abrazándola, mientras murmura algo inteligible, dejándote sin palabras un momento, después echando mano a toda tu fuerza de voluntad, le vuelves a despertar, mientras que retiras reticentemente tu mano.
-- Zev vamos, no te hagas el dormido que tenemos que hablar.
Se incorpora y te mira aun medio adormilado.
-- Mmm, he soñado que me besaban…
Tu te giras directamente hacia el fuego, para cubrir tu sonrojo.
-- Espero que fuera grato el sueño, ahora en serio, tenemos que hablar.
-- Pero si yo estoy hablando en serio.
-- Bueno ya lo supongo. – sonríes al fuego – He estado pensando, he decidido que no voy a ir al fuerte de los guardias grises, sinceramente no me entusiasma la idea de ir, y además creo que aun me queda una tarea por realizar.
Sigues mirando al fuego evitando mirarle, mientras consigas aludir sus ojos podrás mentirlo.
-- Aunque creo que tu si deberías ir. – guardas silencio un momento.
Se te hace un nudo en el estomago, maldito egoísmo, no puedes dejarlo ir, pero debes hacerlo, el viaje a Antiva debe ser en solitario, no puedes arriesgarte a que lo maten, pero tu sabes también que es un viaje de ida, no habrá vuelta, con mucha suerte al final conseguirás lo que te propones, pero sabes que morirás en el intento. Es posible que este momento sea el ultimo en que puedas mirar sus ojos.
-- Tzvi, todavía sigues dolida por lo ocurrido con Alistair, es eso ¿no?
Le respondes al momento.
-- No Zev, esa historia murió hace mucho tiempo, mucho antes de haber llegado a Denerin. Al final casi fue un alivio que terminara, dejémoslo ahí. – Si te pudiera decir, que fueron tus ojos los responsables de que esa historia terminara. – No solo es que hay algo que aun tengo que hacer, antes de ir a entrenar reclutas.
-- ¿Y yo tengo que irme sin ti aquel lugar?
-- No, sino quieres no tienes por que irte. Pero deberías ir, es… es más… seguro para ti, ya has corrido suficientes riesgos por mi culpa. Pero si decides venir conmigo no te rechazare – realmente no podría hacerlo, aunque debería. – Pero si te quedas, tendrás que atenerte a las normas que diga, lo siento, sabes que no me gusta imponerte nada, pero en este caso es vital que las sigas.
-- Siempre te he seguido de buen agrado, no veo por que tiene que ser distinto este viaje. Ven siéntate a mi lado, no tienes por que estar de pie ahí de cara al fuego, estamos solos.
-- No Zev, aquí… aquí estoy mejor – desde aquí aun te puedo mentir, sentarme a tu lado y la verdad se me escaparía de los ojos. – Si vienes conmigo, no podrás ayudarme con las heridas que sufra, no si son sangrantes, jamás debes tocar mi sangre ni dejar que te manche, mi sangre es tan peligrosa como la de los engendros tenebrosos, ya que porto la misma infección que ellos, si te mancharas con mi sangre podrías… podrías contraer la infección y eso… no, no puede ocurrir. Si vienes conmigo nunca jamás me vendaras, aunque me este muriendo y eso deberás jurármelo.
-- Quieres que te jure que no te ayudare ni aunque te estés muriendo, ¿que clase de amigo seria si dejara que sucediera algo así sin hacer nada? ¿Además de que se trata a que viene todo este misterio?.
-- No Zevran, ante eso no voy a cambiar de idea y como veo que no cumplirás esa parte del trato, no… no… vendrás conmigo. – ¿Por que dolerá tanto? – Pero si necesito que me des toda la información que tengas sobre los cuervos, voy a destruirlos, de esa manera tu serás totalmente libre, si entonces decides quedarte, me reuniré contigo en el fuerte de los guardias grises. Por el momento yo partiré… en solitario hacia Antiva.
-- Estas loca, ¿pero por que quieres hacer esa locura?. No, no te dejare ir sola.
-- Si, si lo harás. Me iré ahora mismo.
Te giras sin pensar y le ves pegado a ti, te abraza con una fuerza que no creáis posible que tuviera, mientras sus labios acarician los tuyos, susurrándote.
-- shhh… si es lo que quieres iremos los dos.
Su beso te hace volar y por primera vez, si te sientes una heroína.
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