viernes, 12 de marzo de 2010

Historia de Kohav - Capítulo 2

Capítulo 2

Ahora si, ya puedo irme todo lo que tenia que hacer, ha sido hecho, es hora de volver al camino. Salgo a las murallas de la ciudad, aun le quedan señales de la horrible batalla ocurrida hace pocos días ante ella, los guardias ni se fijan en mí, para ellos solo soy una sirvienta elfa.
Cojo el camino que va hacia el norte, tengo un largo camino que recorrer, hasta que llegue a otra ciudad con puerto. No he querido ir al puerto de Denerin, demasiada gente podría reconocerme y necesito poner distancia entre la tentación y yo. Tiempo para pensar, para reflexionar sobre este último año.
Cuando llevo una hora andando, decido que ha llegado el momento de volver a mi ser, dejar atrás el disfraz de sirvienta elfa, los caminos son demasiado peligrosos como para caminar con un vestido y una capa, sin ningún tipo de armas, además aun quedan engendros tenebrosos con los que podría encontrarme, me oculto detrás de unos matorrales, saco la armadura y mis ropas de viaje, me las pongo y me ciño las dagas en el cinturón y las espadas cortas a la espalda, por ultimo, busco en un bolsillo interno del peto de cuero y encuentro un pendiente, al contemplarlo sonrió mientras lo acaricio, se lo robe a Zevran, sin pensarlo dos veces me lo pongo, es calido a pesar del frío. Recojo y guardo todas las prendas que llevaba puestas, doblo la manta y la guardo también.
Mis pasos van solos por el camino, miro como el alba va despuntando en el horizonte mientras me alejo de Denerin y mi mente viaja en el tiempo al momento en que todo comenzó.

** Esa mañana me despertó Shiani, era el día de mi boda, por alguna razón todos consideraban que era un momento de fiesta, algo que yo no conseguía llegar a imaginar, para mi mas que una fiesta era el entierro de mis sueños. Había pasado años planeando marcharme a vivir con los Dalishanos, pero no quería abandonar a mi padre, por eso no me había ido, para mi las murallas que encerraban la elferia no eran un reto, las pasaba cuando me venia en gana, cuando iba a robar algún idiota rico que tenia demasiado y que no compartía nada.
Había visto muchas veces a los ladronzuelos robar en el mercado, una bolsa aquí y otra allí, pero eso era demasiado fácil. A mi me atraía el reto de asaltar las casas de la zona del palacio, las casas con grandes riquezas, abrir sus cerraduras, saltar sus trampas y esquivar a sus guardias.
Pero realmente las riquezas no me interesaban, solo servían para hacerle la vida mas fácil a la gente de la elferia, mi padre se asombraba de que casi todos los elfos parecieran deberme mucho, no le daba importancia, de hecho cuando los había ayudado me hacia sentir bien, no quería que me devolvieran nada, para mi con lo que tenia escondido en el “cofre muralla” era suficiente, mi armadura de cuero remachado y mis espadas cortas, una robada y las otras compradas en el mercado negro al doble de su valor, a los elfos no se les vende armas, junto con un puñado de monedas de oro, ese era todo el tesoro, para mi era mas que suficiente.
Quizás esa fue la razón para que insistiera tanto en que me casara, no es tonto, sabía lo que estaba haciendo, creo que sentía miedo por lo que pudiera ocurrirme, la muerte de mi madre todavía la tenia muy fresca en la memoria. Así que hoy tendría que abandonar todos los sueños. Mí novio, elegido por mi padre, el creía en esa tradición, siempre le había obedecido intentando hacerle feliz, aunque hubiera preferido que en ese tema jamás entrara, pero el quería una familia, la necesitaba, así que al final accedí a casarme, y hoy iba a ser ese “gran día”.
Shiani me había ayudado a encontrar un vestido acorde para la ceremonia, el tema carecía de total interés para mí, prefería gastarme el poco oro que tuviera en mejorar mis armas y armadura que realmente en vestidos inútiles, pero hoy tendría que aparentar ser lo que no era.
Un poco de curiosidad si me hacia sentir el hecho de que no había conocido a mi “novio”, aunque cuando se enterara de que su “dulce esposa” en realidad era una ladrona, una sonrisa afloraba a mi rostro, al pensar en el color en que se le pondría la cara cuando se lo dijera. No iba a esperar a casarme para decirle que era tan buena con las espadas, el sigilo, tan rápida con las manos, como el mejor de los guardias de la ciudad, que de hecho había eludido muchas veces. Si se iba a casar conmigo tendría que saber con quien se casaba o no habría boda, por que no iba a cambiar. Estaba decidida a que un día abandonaría este miserable lugar para ir a unirme con mis hermanos en el bosque y a eso no estaba dispuesta a renunciar, si se casaba conmigo tendría que aceptar esto como un hecho consumado.
La voz de Shiani me devolvió a la realidad, no se que decía de Soris, ahh claro él también se casaba hoy.
-- Si, Shiani, perdona pero no estaba atenta, ¿Qué decías?
-- Que Soris te esta esperando, para que conozcáis a vuestros respectivos novia y novio.
-- Seguro que esta tan contento, como yo…
-- Pero si es una cosa buena que te cases, habrá celebración, fiesta y bromas. Además así no podrás seguir metiéndote en líos. Que un día de estos nos mataras con tus salidas o ¿crees que tu padre no lo sabe?
-- Salidas, pero si yo solo salgo al mercado y poco mas.
-- Kohav, eres la que mas oro tiene, siempre tienes para ayudar a cualquiera que este en apuros, pero tu no trabajas en ninguna casa, ni eres sirvienta, ni comerciante, ¿de donde sacas tanto oro?, no mejor no me lo digas, prefiero no saberlo.
-- Tengo suerte con mis negocios, eso es todo, solo que no voy diciéndolo por ahí. Bueno saldré hablar con mi pobre padre, la verdad es que he accedido a todo esto solo por él, sino fuera por mi padre hace mucho tiempo que no estaría en la ciudad.
-- Todavía sigues queriendo irte al bosque con los Dalishanos, pero ahora te casaras y te quedaras.
-- No, voy hablar seriamente con ese “novio” mió o acepta que abandonare este lugar con él o sin él o no habrá boda.
-- Bueno ya hablaremos dentro de unos días, quizá hayas cambiado de opinión una vez estés casada. Iré arreglarme para las bodas.
Miro hacia la mesa en la que esta sentado mi padre, tomando su infusión se ve preocupado. Se imagina la que se le viene encima. Cojo una taza y la lleno de té, sentándome a su lado.
-- Hola papa, tenemos que hablar sobre mi boda... si no te importa, ¿de verdad tengo que casarme hoy?
-- Sigues sin estar convencida, tienes que casarte, no puedes seguir siendo una niña, es hora de que tengas tu propia familia.
-- La verdad es que no quiero quedarme a vivir aquí toda mi vida, había pensado que quizá podrías venir conmigo al bosque con nuestros hermanos lejos de los humanos, entre nuestra gente no me importaría casarme.
-- Son solo fantasías tuyas, como crees que puedes vivir con esos salvajes, crees que te acogerían, que te dejarían estar ahí con ellos. No creen ni tan siquiera en el Hacedor.
-- Pues claro que no creen, nuestro pueblo tuvo sus propios dioses antes de que los humanos existieran, por que tenemos que plegarnos a sus antojos. No me interesan los dioses humanos, no son mis dioses y no lo serán nunca. En cuanto a que me acepten, prefiero correr ese riesgo que vivir siempre a la sombra de los bastardos humanos.
-- Bueno mejor no entremos en esa discursión que ya es vieja. Mejor que tu nuevo marido no se entere de tus ideas trasnochadas antes de la boda, como es mejor que no se entere de que tu madre te entreno en el uso de las armas o en robar lo que se te antojara, no son cosas que faciliten encontrar un marido.
-- Si papa, como tu digas – No voy a tardar nada en informarle del tipo de “niña bonita” que tiene por esposa – tengo que ir a buscar a Soris, esta muy nervioso por lo que dice Shiani, te encontrare para la boda papa.
Me levanto de la mesa con una sonrisa, siempre me sale bien poner cara de niña buena, aunque hace mucho tiempo llegue a la conclusión de que no era posible que mi padre y yo nos entendiéramos. Él tenia miedo de respirar cerca de un humano por si le molestaba, a mi no me preocupaba lo mas mínimo molestar a un humano o a veinte ya puestos, no seria el primer humano en caer bajo mis espadas y no seria el ultimo tampoco, pero no podía entrar en ese tema con él, lo amaba y lo había aceptado tal cual era, me imaginaba que eso fue lo que le ocurrió a mi madre, que al final se enamoro de él, a su manera era un gran elfo. Pero eso era algo que no quería que me ocurriera, no quería renunciar a todo por que me enamorara de un elfo que tuviera miedo de su sombra, mi primo Soris era también un gran elfo, pero tenia la misma debilidad que mi padre, ahora tendría que comprobar si el elfo que me había tocado en suerte también era débil, si lo era, tendría que huir como el viento de él.

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