viernes, 12 de marzo de 2010

Historia de Kohav - Capítulo 1

Capítulo 1

Menos mal que toda esta pomposa ceremonia esta terminando, dudo que pudiera aguantar más. Es bueno observar la felicidad de los demás, mirar a mis antiguos compañeros divertirse, sentirse felices por que han conseguido sobrevivir a la Ruina, es agradable poder verlos sin los rostros sombríos de hace unos días. Busco con la mirada al único compañero que realmente añoro, donde se habrá metido Zevran, seguro que habrá encontrado diversión en los brazos de alguna invitada, ojala se divierta, se lo merece. Han sido días demasiado complejos y difíciles para todos, apenas recuerdo nada después de matar al Archidemonio, he pasado días inconsciente.
Es la hora de que me despida, en esta sala se ha terminado la fiesta, mejor que me ponga ya hacer los preparativos, antes que alguien consiga enganchárseme, haciendo preguntas a las que no tengo ninguna intención de contestar. Además aquí ya no queda nada para mí, veo en el fondo a Alistair tan compuesto como rey, le deseas suerte, la va a necesitar sobretodo tendrá que aprender a tomar decisiones algo que no ha sabido hacer nunca.
Bueno a buscar a alguien que me pueda vender algunas ropas, cuanto mas distintas de las que suelo llevar mejor, además estoy hasta las narices de esta armadura se me clava en lugares que ni tan siquiera sabia que existían, no se como los guerreros son capaces de llevar estas latas.
Exacto por fin en la cocina, aquí seguro que encuentro a una elfa que me pueda vender algunas ropas que necesito para salir de incógnito de la ciudad, no puedo salir a la calle como siempre o mañana ya sabrían todos hacia donde y cuando me he ido. Veo a una elfa muy joven fregando unos cacharros, me acerco a ella, haciendo todo el ruido que puedo, bueno que no es tan difícil llevando esta armadura de lata.
-- Hola, disculpa que te interrumpa – sonríes, intentando parecer menos extraña – puedo hablar contigo un momento.
-- Si señora. – te mira asustada – Como usted quiera.
-- Por favor, para ti solo soy Kohav, los humanos pueden llamarme señora y pobre del que no lo haga, pero tu eres igual que yo, solo Kohav con eso llega. – Intentas calmarla – Necesito que me hagas un favor, si puedes.
-- Por supuesto Kohav, ¿de que se trata? – aun me mira con miedo, me encantaría poder borrar todo el miedo que transpiran cuando me acerco algún elfo, me encuentran tan extraña como si fuera una humana o quizás mas extraña aun. Que distintos de los Dalishanos, me gustaron, quizás pueda ir a vivir con ellos, después de que termine mi misión, si es que me queda tiempo.
-- Necesito que me vendas un vestido y una capa vieja, te daré 10 monedas de oro por ellas, pero las necesito ahora.
-- Ahora mismo se las traigo.
No le vuelvo a decir que me trate de tu, es imposible para ella pensar en mi, como en una vecina de la elferia. No entiende que yo salí de la elferia hace poco más de un año, solo hay una cosa que si nos separa, yo tuve valor de tomar una espada y matar por defenderme y por defender a mis familiares, hubiera muerto antes de ceder un palmo a cualquier humano, ella en cambio corre asustada sin saber que hacer si alguien la grita. Esa realmente es la gran diferencia entre nosotras. Mientras me pierdo en mis propios pensamientos, vuelve aparecer, llevando un atillo de ropa, que me ofrece.
-- Son mis mejores prendas, creo que os quedaran bien.
La sonrió y le doy 25 monedas de oro, por si quiere realmente hacer algo mejor en su vida. Dudo que me queden bien, ella es más alta que yo, pero es un detalle sin importancia. Coge el oro y sale corriendo a esconderlo, espero que le sirva realmente, es suficiente dinero como para poder vivir muy bien una temporada o para abrir un puesto en el mercado.
Ahora si me puedo ir a mi habitación, ya tengo todo lo que necesito para marcharme, he de estar en el camino antes de que amanezca y aun me quedan muchas cosas que hacer. Cuando llego a mi habitación me doy cuenta que tengo demasiadas cosas. Que horror, como he podido juntar tantos trastos en tan poco tiempo. Abro el arcón en el que guardaba todas las cosas en el campamento base, saco mi mochila vieja, esa mochila me ha perseguido desde el día en que me marche de la casa de mi padre, esta muy maltratada, pero me gusta y tiene mucho espacio para poder guardar todo lo que necesite, pero ahora llevara solo aquello que realmente me haga falta, no voy a llevarme nada superfluo, no puedo saber cuanto tiempo tendré que andar, por lo que es mas seguro que vaya medio vacía.
Extiendo mi manta y mi capa, en ellas envuelvo mis espadas cortas y mi arco, aquel arco que me regalo el artesano Dalishano, le tengo especial cariño, es un arco largo y flexible, la verdad es que es mas amor por quien me lo regalo que por el arco en si. Mis espadas cortas, todavía recuerdo cuando robe la mejor de ellas, era solo una niña, me ha seguido desde el momento en que cambio de manos, incluso llegue a ponerle de nombre “aguja”, me pareció apropiado por su forma. Pongo también mi espada, la espada que me regalo Duncan el día en que me secuestro el capullo del hijo del Arl, no la uso mucho, pero para mi tiene el valor de haberme salvado la vida. Con mucho cuidado para no estropear los filos de las espadas envuelvo todo junto en un atillo, espero que pase desapercibido.
Luego la mochila, primero mis bolsas de hierbas y ungüentos, eso tiene que estar seguro y a mano, por lo que va al bolsillo externo de la mochila. Mi vieja armadura, esa que tiene mil remiendos pero que sigue siendo mi preferida, es de cuero flexible mucho mas apta para el camino que esta lata, puedo luchar con ella y puedo dormir con ella sirve perfectamente para cualquier momento, por que es cómoda. Luego pongo varias de mis camisas y algunas prendas mas de ropa, la mochila esta medio llena, pero ya no necesito nada de esta habitación, el resto espero que se lo repartan entre los sirvientes, hay algunas cosas que podrán sacar algunas monedas de oro.
Abro mi bolsa del oro y la bolsa de gemas, sonrió… soy casi rica, con el oro que tengo y las gemas podría comprar cualquier lugar dentro de Feraldan, pero ese jamás fue mi sueño. Pongo el oro encima de la mesa, aparto 50 monedas de oro que devuelvo a la bolsa del oro y luego lo divido en 2 que meto en dos bolsas distintas, las gemas escojo algunas a las que tengo especial cariño y también las divido en 2, para unirlas al oro en cada bolsa. Aparto una de ellas y le añado un colgante de conchas, es una baratija pero siempre le he tenido cariño, lo he llevado básicamente desde que tengo memoria, pero ahora debo cambiarlo por algo que he robado, añado también una nota a la bolsa, en ella dice: “Zevran, esto es para ti, espero que te sirva para abrirte camino en tu nueva vida. De tu amiga, Kohav”
Si pudiera escribir todo lo que quisiera decirle, no tendría tiempo de marcharme antes de que despertaran. Además eso debería haberlo hecho hace mucho tiempo, no tuve el valor de romper con Alistair y solo conseguí hacerme daño y posiblemente también a él, ahora es mejor que vuele en liberad, quizás la vida no sea tan cruel y algún día nuestros caminos vuelvan a cruzarse.
Basta de revolver el pasado, es hora de ponerme en marcharme, aunque aun tengo que hacer dos visitas, pero serán de corta duración. Me pongo el vestido y lo recojo con el cinturón como me temía la falda es demasiado larga, luego la capa que también es larga, pero no importa así servirá para poder tapar la mochila, que me la cuelgo antes de ponerme la capa, me cubro con ella y salgo de la habitación por última vez.
Camino por el pasillo, paso la puerta de Oghren, se siente que aun anda de juerga con sus amigos, seguro que bebiendo toda la cerveza que hay en el castillo, eso es bueno. “Que te diviertas amigo, que tengas una larga y buena vida”
Sigo hasta llegar a la habitación de Zevran, me acerco despacio a la puerta, no siento ruido. “Puede que aun no haya vuelto o que este acompañado” pero si hubiera dos personas dentro habría ruido o sonidos, me cubro mas con la capa, no quiero que me vea, ni que me reconozca, la abro despacio, veo que esta tumbado en la cama y una sonrisa se desliza en mi rostro, nunca dejara de atraerme como si fuera un imán, me acerco despacio sin hacer ruido, como tantas veces he hecho para atacar, veo su mochila al lado de su cabeza, dejo la bolsa encima y después observo por ultima vez su rostro apaciblemente dormido, la tentación es muy fuerte, deslizo mi mano por su mejilla, para después agacharme y besarla suavemente. Haciendo acopio de toda mi fuerza de voluntad, le doy la espalda y salgo de su habitación, es lo mas difícil que he hecho hasta ahora, dejar a todos los demás no me importa, incluso dejar a Alistair, pero dejar Zevran me rompe el corazón, cuando cierro la puerta detrás de mi, siento que una lagrima me resbala por la mejilla.
“Adiós amor, se feliz y libre, espero que algún día seas capaz de perdonarme por ser tan cobarde”
Ya he terminado en este maldito lugar, cuanto antes me vaya mejor, saldré por la entrada de la servidumbre, ahí seguro que la vigilancia es mucho menor. Como ya suponía solo había dos guardias en la puerta, mas dormidos que despiertos, demasiada fiesta y bebida.
Al salir a la calle siento el viento frió despejándome el poco sueño que tengo, creo que he dormido por el tiempo de un año, según me han dicho estuve inconsciente durante mas de 6 días, no se que ocurrió después de que le clave la espada en la cabeza al agonizante Archidemonio, en ese momento todo mi cuerpo ardió, cada poro de mi piel fue abrasado en la energía que desprendió el Archidemonio y luego la explosión que me lanzo por el aire, a partir de ahí, solo recuerdo retazos de imágenes y sensaciones, que pueden haber salido fácilmente de mi imaginación.
“Unos brazos que me levantan del suelo y me abrazan con mucha ternura y amor, voces a mi alrededor que discuten, quizás mucho tiempo después la imagen de Zevran acercándose a mi cara, pero todo eso también pudo haber sido solo un sueño, que es como yo lo recuerdo. ¿Quién me abrazo? No lo se, pero se sentía tan reconfortante que es una pena que solo haya sido un sueño.”
Con estos pensamientos llego hasta la puerta de la elferia, pero no tengo intención de pasar por las puertas normales, aquí los guardias si están despiertos y no voy a darles explicaciones. Nadie vive en este antro, que no haya aprendido como entrar y salir sin que le vean, para mi es solo un juego de niños hacerlo, desde que era una adolescente llevo pasando estas puertas.
Me acerco a la muralla donde las casas se amontonan creando una especie de escalera que uso para pasar al otro lado, con el sigilo aprendido durante todos estos años, entro en la casa de mi padre, le dejo la bolsa con el oro y algunas gemas encima de su viejo escritorio, en un papel escribo.
“Te quiero papa, cuídate mucho”. Vuelves a cerrar la casa y sales al mercado.
Es una recompensa un poco pobre, por todo lo que ha hecho por mí, se quedo solo y aun así me cuido lo mejor que pudo, se que jamás podré devolverle todo lo que hizo, ahora nos separa un abismo.
No puedes viajar al infierno y esperar volver entero, eso es lo que me ha pasado, para mí ya no hay vuelta a casa, ni casa a la que volver, pero si puedo facilitarle las cosas a él, todo el oro que llevo le dará una vejez tranquila sin problemas, es poca cosa, pues no volveré. Lo que tengo que hacer posiblemente me lleve el tiempo que tengo de vida, el tiempo que Morrigan con su ritual me regaló, pero merece la pena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario